Las pastas de té: el origen

En nuestro país no existe la tradición de la hora del té con pastas como tal, sin embargo, la pasta de té es un dulce típico que no falta en la mayor parte de los hogares y que todos recordaremos sobre todo en casa de nuestros abuelos y abuelas. Para invitar a merendar a las visitas o simplemente para darnos un gusto, acompañadas del clásico té o, más común por aquí, de un café a media tarde o a la sobremesa, las pastas de té son un dulce que pocos rechazan y que en nuestro país cada vez está más reconocido, sobretodo si está realizado de forma tradicional, artesana y con ingredientes naturales.

Aunque las pastas de té hace muchos años que están entre nosotros, no sabemos muy bien en qué momento se instalaron como alto típico en nuestro país, lo que sí está claro es que fue en Inglaterra donde tienen su origen. Es en la Inglaterra del siglo XVII, en sus lujosos salones y amplios palacios, donde los estratos más ricos y distinguidos de la nobleza y realeza se juntaban para llevar a cabo sus actividades. Todo ello, en torno a un elemento principal, el protagonista de la tarde: el té. Esta bebida tan sofisticada, se convirtió a su vez en la parte fundamental de la cultura anglosajona. Así, algunos elementos de su gastronomía, como la repostería, se desarrollarían para acompañar a su tan querido té. Los bizcochos, las tartas y, sobre todo, las pastas eran las mejores elecciones. Se empezaron a popularizar de esta forma las famosas pastas de te.

Origen

Encontramos el origen de las llamadas “galletas de mantequilla” (pastas de té) en el siglo XII, donde en Gran Bretaña se escribe su primera receta. Desde entonces, su dulzura y suavidad han contrastado con lo amargo del té.

La base de estas pastas ha seguido hasta nuestros días, pero se han ido añadiendo variaciones de sabores y formas que las han hecho cada vez más sofisticadas e irresistibles. La combinación con chocolate, mermelada o frutos secos ha sido un acierto que pasteleros artesanos han sabido desarrollar.

Ingredientes

Mantequilla. Es su ingrediente básico. Hablamos de mantequilla pomada, es decir, a temperatura ambiente (blanda, pero no derretida).

Huevos. Es importante que estén a temperatura ambiente.

Azúcar. Hoy en día también las hay sin azúcar y con edulcorantes naturales, para aquellos que su dieta así lo requiera.

Harina. Se suele usar harina floja tamizada, y sin trabajarse demasiado.

Sal. Resalta el sabor añadiendo una pizca.

Tipos

Duras: con más ingredientes secos, su textura es más compacta y no se nota tanto la presencia de mantequilla.

Blandas: en estas hay más presencia de líquido. No es recomendable amasar demasiado y meter a la nevera. No se pueden congelar, y se suelen poner con manga pastelera.

Especiales: suelen ser de hojaldre o merengue.  En general, las pastas de té pueden contar con chocolate, fruta confitada, azúcar glass u otros ingredientes que refuercen su sabor tan característico y su suavidad inconfundible.

Curiosidades

– La típica “hora del té” surge en 1840, cuando la duquesa de Bedford, Anna Russell pensó que lo ideal sería tomar un aperitivo entre el almuerzo y la cena. Así, esta señora pidió un té acompañado de pastas. Como ocurre en muchas ocasiones, esta decisión de tan distinguida mujer causó furor en las altas esferas, y años más tarde ya casi nadie podía faltar a su tan querida hora del té.

– En los famosos cómics “Asterix y Obelix” hacen referencia de forma satírica a esta costumbre, ya que durante una batalla contra los ingleses, estos interrumpen la misma para no faltar a su hora del té.

Hay que recalcar que las pastas de té artesanas de nuestro país nada tienen que envidiar a las de la confitería inglesa ya que han sabido integrar el buen gusto y refinamiento de este dulce con nuestra cultura y gastronomía más típica.

En nuestra confitería de Pamplona elaboramos un amplio surtido de pastas de té con los mejores ingredientes, siguiendo la tradición artesana.

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